Thursday, February 9, 2012

Retrato de Laura

(no es poesía, es un retrato de una de las personas que más quiero en este mundo-y en cualquier otro-)

Retrato de Laura

Laura es mi mejor amiga. La conocí el primer día que caí en Puán, tarde como siempre, puteando como siempre que el bondi justo se había quedado plantado durante media hora delante de la barrera del tren, ahí a un par de cuadras antes de Rivadavia. “Hablabas como una cascada”, me dice ella cuando recuerda el episodio. Ella lo recuerda muy a menudo porque ése fue el momento en que tuvo que decidir si yo era una lunática o una mina piola con carácter. Decidió lo segundo y así cursamos cuatro años de nuestra vida juntas. Ahora ella aún deambula por los pasillos de Puán tratando de terminar la carrera que parece interminable. Trabaja en un colegio del conurbano limpiando aulas, baños, pupitres con lavandina cuyas pequeñas salpicaduras adornan todos sus jeans. Se levanta a las cinco y media de la mañana para llegar al colegio a tiempo. Su madre y yo estamos en campaña hace años para que deje ese trabajo después del episodio de las ratas. Un verano casi cercano al otoño, ella fue a limpiar el colegio para unas jornadas docentes. Junto a su compañero japonés que quedó cesante años más tarde por haber sufrido un surménage y otra chica más, entraron a un aula. Abrieron el placard. Salió un manto móvil de ratas al ataque. Ellos no lograban moverse del estupor. Cuando se percataron que las ratas estaban ya paseando por el aula hacia los pasillos, el japonés se dispuso a matarlas con una escoba. Pero ella jamás se hubiera imaginado que una “rata puta” (sic) la iba ir a morder. Que iba a terminar en cama con fiebre. Que los médicos no sabían si lo que tenía era leptospirosis o qué.

Ella llama a esa etapa, el “día de la peste”. Cada vez que lo cuenta se ríe. Dice que es romántico, que así logró una conexión más profunda con Camus. Tiene una pequeña obsesión con el Mayo francés. Confiesa amar a Sartre y a Beauvoir por igual. Aunque en realidad, sé que la quiere más a Beauvoir. Tiene un love-affaire explícito con sus cinco gatos y sus dos perros, diciendo que ama a todo tipo de animal. “Exceptuando al homo sapiens, claro está”, siempre le digo yo. Sí, la verdad es que la frase que la define es “amo la humanidad, pero odio a los humanos”, haciendo honor a su agudo sentido de abstracción. A mí me quiere y eso me basta.

Hace un par de años se hizo vegetariana. Dice que no tolera el olor a carne. Dice que comer carne es una práctica barbárica. Mis comentarios con respecto a eso siempre terminan en chistes burdos que ella disfruta con placer macabro. Su mayor deseo oculto es hacer una sesión espiritista, está obsesionada con los fantasmas (mayormente salidos de su pasado, que incluye abuelas que no ofician como tales). Dice que su tesis va a ser sobre las vidas pasadas o la inmortalidad. Todavía no lo tiene muy en claro. Cuando le sugiero que escriba sobre el conde de San Germain se excita como una niña a la que le regalaron un chiche nuevo. Su placer está en eso, en lo oculto.

Fumaba, pero logró dejar. Ahora solo fuma cuando lee Dostoievski, me dice. No quiere hijos ni marido. “A mí dejame con mis gatos” es su mantra. Sé que en realidad su pareja perfecta vivió en el siglo pasado y está muerto hace mucho tiempo.

Su padre dice que ella sería una espléndida abogada por el agudo carácter analítico que posee. Ella de eso no quiere saber nada. Dice que su capacidad de análisis se reduce a leer la bibliografía complementaria.

En varios momentos estaba pendiente de todo lo que hacía yo. Quería que me fuese a Bolonia a estudiar con Umberto Eco y le mandara una pipa o que me choreara un libro de la vasta biblioteca de ese señor. Quería que fuese a cantar por el mundo y la llevara conmigo de gira. Sé que quería todo eso para mí, pero siempre sospeché que también lo quería para ella.

Parece no temer nada salvo a destacarse. No quiere ser el centro de atención y lo evita. Ella necesita gravitar, no ser el punto fijo de nada. Teme al cáncer. Le encontraron un lunar tumoroso hace un par de meses. Me dice que nunca se imaginaba que le iban a sacar semejante bofe de piel. Que el olor a carne es horrible cuando se cauteriza y que eso la llevó a desarrollar una mayor inquebrantable fe en el vegetarianismo.

Hace spinning. Aunque dice que evita el ejercicio físico como a la lepra, lo tiene que hacer porque si no se atrofia.

Laura es bajita, de pelo negro enrulado y piel blanca, tan blanca que casi parece translúcida. Viste casi siempre de negro, aunque en los últimos tiempos estuvo tratando de incorporar algo de color en forma de anillo o aro. Usa bufandas como escafandras, así, toda tapada en invierno y en verano camina por la sombra.

Siempre sonríe aunque esté preocupada. Su risa es sonora y parecen campanas tañendo. Ella sabe que es vista tal como es, porque otra cosa no te promete ni loca.

1 comment:

  1. Un personaje que me encantaría conocer.
    Muy bueno, lo leí de una :)
    besitos

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